Se plantan en el terreno definitivo, cuando no haya riesgo de heladas, dependiendo del clima en el que nos encontremos. Preferiblemente cuando las temperaturas nocturnas no bajen de los 10 ºC. Las plantas sembradas en cepellón se trasplantan al suelo en hileras cada 50 cm, sobre surcos, separados unos 60-80 cm, cubriendo parte del tallo. Una vez superen el palmo de altura, se ha de colocar un tutor, tradicionalmente una barraca, de palos o cañas entrelazados unos con otros, según diversas zonas y técnicas.

Las plantas de tomate tienden a sacar por la base nuevos tallos, que habrá que ir quitándolos, dejando 1 o 2 tallos, por planta. Las plantas comienzan a florecer al poco tiempo, en ramilletes de 8-10 flores, favoreciendo la fecundación de las flores que no han sido polinizadas por medio de los insectos, moviendo ligeramente las plantas a lo largo del día o pulverizándolas con aire sólo en períodos soleados.

Una vez que los frutos vayan madurando hay que ir cogiéndolos con la mano y dándoles la vuelta ligeramente para separarlos del tallo con su pedúnculo, evitando estropear los otros frutos del ramillete. Al aire libre, la recogida no comienza antes de mediados de junio, siendo muy abundante en los meses de julio-agosto y en la primera quincena de septiembre. Antes de las primeras heladas de otoño, se pueden recoger los frutos todavía verdes y colocarlos en una habitación o en un almacén, extendidos sobre paja, donde terminarán de madurar durante varias semanas.

Puede ser cultivada en el suelo y también, si no dispones de un terreno, puedes cultivarlas en prácticas mesas de cultivo que, debidamente acondicionadas con un sustrato adecuado y equilibrado, permitirán cuidar tus hortalizas de una manera ergonómica y sencilla.